junio 29, 2009

Hollywood y el viejo truco del 3-D

Semanas atrás, con el lanzamiento de cerca de dos mil copias de Viaje al centro de la Tierra, quedó oficialmente inaugurada, en Estados Unidos, la nueva era del cine tridimensional. En Argentina, como por el momento una sola sala cuenta con el equipamiento necesario, cuando la película se estrene aquí habrá que conformarse con verla plana. Ante la pérdida de espectadores, Hollywood echa mano del cine en tres dimensiones, la misma arma secreta a la que recurrió medio siglo atrás, cuando la televisión lo puso en aprietos. Lo hace apostando cientos de millones de dólares y lanzando gran cantidad de producciones clase-A, mientras los gurúes del formato anuncian lisa y llanamente que el 3-D va a cambiar para siempre el modo de ver el cine. En una palabra, Hollywood vuelve a calzarse los anteojitos, mientras que por aquí (y por ahora) habrá que seguir yendo al cine a ojo desnudo.

En los años ’50, cuando la tele empezó a retener al público en sus livings, para volver a sacarlo de casa la industria del cine apeló a un variado arsenal tecnológico: el CinemaScope, el Technicolor, el Cinerama. Y el cine estereoscópico o tridimensional, que la jerga de la industria abrevia como 3-D. Ahora, con el DVD y los home theaters torciéndole el brazo, la Meca del Cine vuelve a echar mano del viejo y querido 3-D. Con una diferencia: esta vez viene en versión digital. Lo cual, según aseguran sus defensores, representa un gigantesco salto cualitativo con respecto a lo conocido. En 2003 lo había intentado Robert Rodríguez, con Spy Kids 3-D, pero técnicamente los resultados no fueron del todo buenos. Al año siguiente la cosa mejoró, cuando Robert Zemeckis lanzó copias estereoscópicas de El expreso polar.

De allí en más, Chicken Little, Superman vuelve, Monster House, La familia Robinson y Beowulf tuvieron sus versiones tridimensionales. Lo decisivo fue que esas copias recaudaron tres o cuatro veces más que las “planas”, estrenadas en las mismas salas. Ahí sí, a tridimensionalizarse todo el mundo.

Tridimensionalizándonos
A tridimensionalizarse todo el mundo, pero Argentina no tanto. De todas las películas nombradas en el apartado anterior, sólo El expreso polar y Beowulf se estrenaron aquí en tres dimensiones, con una sola copia y en una sola sala. Es que para poder proyectar películas en este formato es necesario instalar previamente un sistema ad hoc, cuyo costo oscila entre los 20.000 y 30.000 dólares. Eso, al norte del río Grande. Acá habría que hablar de más o menos el doble de esa cifra, siempre y cuando se cuente previamente con la instalación para proyectar en digital. Algo que recién ahora, empujados por la fiebre del 3-D, los representantes locales de las grandes cadenas están empezando a considerar. Si sirve de consuelo, habrá que señalar que incluso en economías infinitamente más florecientes, como las de los principales países europeos y asiáticos, el monto requerido hace que la invasión tridimensional tenga lugar a paso lento.

Hasta el momento una sola sala porteña, ubicada en los límites del perímetro urbano, cuenta con un sistema de proyección tridimensional, aunque no digital. Se trata de la sala IMAx, emplazada en el Showcase Norcenter de Pa-namericana y Debenedetti. Allí suelen estrenarse, en 3-D, tanto los típicos “documentales IMAx” como algunas, contadas, películas de ficción. Desde marzo y hasta hace pocas semanas estuvo en cartel U23D, documental en tres dimensiones que registra la gira The Vertigo Tour de U2. La sala IMAx fue, por otra parte, la única de la Argentina donde El expreso polar, Open Season: Amigos salvajes y Beowulf se estrenaron en ese formato. Además de otras como Superman vuelve y la última Harry Po-tter, que contenían algunas secuencias tridimensionales.

¿Cuáles son las perspectivas en el resto de las salas porteñas? Teniendo en cuenta que tanto en términos locales como internacionales el negocio del cine viene perdiendo alrededor de un 10 por ciento del total de espectadores año tras año, se entiende que la proyección estereoscópica avance hacia aquí a paso de mamut cansado. En principio, ya se sabe que Viaje al centro de la Tierra se verá sólo en versión bidimensional. Y es difícil que la nueva era de proyecciones tridimensionales en Argentina se inaugure con Bolt, la nueva de Disney, cuyo estreno se anuncia para enero del año próximo. De allí en más, se supone que en algún momento desembarcarán los nuevos proyectores, en salas de las grandes cadenas.

Mientras tanto, en Hollywood, varios cineastas de cabecera filman sus nuevas películas en 3-D, y sellos enteros como Disney, Pixar y Dreamworks ya anunciaron que de aquí en más pasarán toda su producción al formato tridimensional.

Los nombres del asunto
Viaje al centro de la Tierra es la película fundacional de esta nueva era, por la sencilla razón de que es la primera que se filma en 3-D (todas las anteriores, de El expreso polar en adelante, fueron rodadas en dos dimensiones, y proyectadas en tres). Según los corrillos de la industria, la siguiente fecha decisiva para el formato será diciembre de 2009. En esa fecha se estrenará Avatar, la épica de ciencia ficción que, con un costo estimado en 200 millones de dólares, marcará el regreso al cine de James Cameron, tras una larga década sabática. Al igual que Viaje al centro de la Tierra (y también a diferencia de las anteriores, lanzadas en ambos formatos) se estrenará sólo en versión 3-D.

En algún momento del año próximo debería estar lista otra de las puntas de lanza del nuevo sistema. Se trata de la primera parte de Tintín, trilogía live action basada en el célebre comic de Hergé, coproducida por Steven Spielberg y Peter Jackson y dirigida por el primero. Tridimensionales serán también, además de Bolt, todos los tanques de animación programados para 2010: Toy Story 3, Shrek Goes Fourth y la tercera parte de La era del hielo. Henry Selick, realizador de El extraño mundo de Jack, se encuentra filmando el largo animado Coraline, que reúne dos proezas técnicas: el 3-D y la stop motion.

A la vez, desde que en el otoño boreal de 2006 la versión 3-D de El extraño mundo de Jack logró una recaudación que hizo sonreír a los ejecutivos de Disney-Buena Vista, cada vez son más las películas que se reciclan en versión estereoscópica. Además de Toy Story, dos grandes sagas esperan turno para su relanzamiento tridimensional: La guerra de las galaxias, completa, y la trilogía El señor de los anillos.

3-D Tercer Milenio
¿Qué pasa con los célebres anteojitos de cartón y plástico flexible, que nunca calzaban del todo bien? Fueron reemplazados por coquetos lentes de diseño, de cristales polarizados, que se entregan a la entrada y hay que devolver a la salida. Hablando de entradas, el costo del ticket para asistir a una proyección en 3-D llega a duplicar el de uno standard, ascendiendo hasta los 15 dólares per capita: otra de las razones para que en Argentina no cunda el furor tridimensionalista. Si ya el espectador lo piensa dos veces antes de pagar una entrada de 20 pesos, ¿cuánta gente vería con simpatía pagar 40? Claro que, a diferencia de las películas bidimensionales, lo que no existe es la posibilidad de ahorrarse la mitad o más, recurriendo a una copia trucha en DVD. Por el momento, al menos.

Una de las desventajas del sistema era, hasta ahora, la complicación técnica que entrañaba, ya que para producir el efecto tridimensional es necesario filmar cada plano con dos cámaras. Según dicen sus propagandistas, al haberse aligerado el peso de las cámaras eso ya no representa un obstáculo. Siempre adelantado en términos tecnológicos, James Cameron filmó Avatar con una cámara doble que él mismo inventó hace años. Le puso el nombre de Fusion System y la probó en un par de documentales submarinos. Otra contra del viejo sistema era que las imágenes no siempre se mantenían estables, produciéndose distorsiones, fantasmas y virajes de color. Eso fue lo que mató al formato, a mediados de los ’50. “La gente empezó a sufrir mareos y dolores de cabeza, y los grandes estudios suspendieron la producción”, recordaba el realizador Jack Arnold, que filmó dos películas en 3-D: la célebre El monstruo de la laguna negra y su secuela, El regreso del monstruo. Según las referencias, la nueva tecnología digital hace que toda esta sintomatología pase a mejor vida.

¿Un futuro en anteojitos?
Jeffrey Katzenberg, dueño de la poderosa Dreamworks y ex socio de Spielberg, es el máximo profeta del formato. Además de anunciar que de aquí en más no habrá producción animada de Dreamworks que no se lance en versión tridimensional, proclama a los cuatro vientos que “el 3-D digital permite generar en el espectador una sensación de inmersión, redefiniendo el sentido de la experiencia cinematográfica”. Totalmente convencido de que se trata de la máxima innovación de la tecnología cinematográfica desde la invención del color, Katzenberg anuncia que “en un futuro, estas innovaciones van a ser aplicadas en otros medios, como la televisión y las pantallas de computación”.

Otro que se calzó los anteojos a fondo es Jon Landau, productor de Avatar. “La pantalla cinematográfica siempre representó una barrera para los espectadores”, sostiene. “La tridimensión de calidad está en condiciones de derribar esa barrera, permitiendo atravesar la pantalla y toparse con un mundo detrás de ella”, afirma Landau, con la convicción de quien está a punto de hacer realidad Alicia a través del espejo. Pero igual mantiene la suficiente calma como para no dejarse arrastrar por el furor estereoscópico. “Filmamos Avatar en este formato porque hay algo que la sostiene, y es la increíble historia que concibió James Cameron. No lo hicimos porque quisiéramos filmar a toda costa una película en 3-D. Como toda tecnología, la tridimensión debe estar al servicio de la historia que se cuenta, y no al revés.”

En una palabra, el chiche puede servir para generar curiosidad y llevar gente a los cines. Pero si lo único que encuentran en la sala son un par de lentes y un montón de objetos que parecen salirse de la pantalla y venírseles encima, tarde o temprano esos espectadores volverán a casa, a ver esas viejas y buenas películas planas que se consiguen en DVD. Mientras tanto, Argentina espera.

Horacio Bernades
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