octubre 30, 2005

En Colombia, máquinas que fuman, que brindan, que firman.


BOGOTA (El Tiempo/GDA).- Fumar no es exclusivo de humanos. Ni brindar y emborracharse. Y, ¿quién habló de tocar la guitarra? Como si fuera poco, tampoco son ya actividades propiamente humanas firmar, apagar y prender la luz cuantas veces se quiera, o hinchar por el equipo favorito. Son tareas que bien pueden ser desarrolladas por máquinas, según quedó comprobado oficialmente el sábado en Bogotá, cuando se inauguró una curiosa exposición de máquinas que hacen cosas impensables. Se trata de aparatos creados por Adriana Salazar y Alexandra McCormick, que -con cita previa y hasta el 22 de octubre- pueden apreciarse en el 302 Taller de Artistas.

Cuando uno entra, la primera máquina que ve es la que fuma. Tal vez la estrella de la exhibición, se trata de un pulmón de vidrio, representado por un tubo de laboratorio capaz de succionar el humo del cigarrillo. A su lado espera la máquina que brinda. Son dos brazos metálicos en cuyos extremos hay sendas copas que se tocan con movimientos acompasados. Lo más curioso es que, transcurridos unos segundos, el tronco de la máquina (si se puede llamar así) comienza a perder el equilibrio, como si le temblaran las rodillas. Por algo McCormick y Salazar bautizaron su exhibición Máquinas que hacen cosas y cosas hechas con la mano: todas sus creaciones funcionan con energía, motores, poleas y cables. Pero la virtud está en que no son robots propios de películas de ciencia ficción, sino que son sólo unas cuantas máquinas haciendo tareas raras y hasta divertidas, tanto que logran sacarle una sonrisa al público. Por eso las acomodaron dispuestas por todo el salón, para que interactúen con los visitantes. Un apartamento dúplex estilo loft, que comparten con otros tres artistas, hace las veces de oficina, sala de arte y, por supuesto, galería. Allí aprovecharon toda el área social (con chimenea incluida) y no se salvaron siquiera las paredes ni las columnas, pues ahí está el resto de la exposición, es decir, las cosas hechas con la mano. A propósito, habrá que tener cuidado antes de recostarse en cualquier parte: uno podría encontrarse con una columna... de espinas. Sí, las mismas de las rosas. Desde hace unas cuantas semanas, las artistas se han dedicado a disecar espinas de rosa para luego pegarlas, una a una, a la columna principal del edificio, la que atraviesa todos los apartamentos. Otro protagonista es el dúo de guitarra y teclados, instrumentos que se interpretan a sí mismos. Y, colgados de las paredes, la máquina porrista (dos penachos rojos que se baten con mucho ritmo), el plumero y el aparato que prende y apaga la luz, pegado por supuesto al interruptor. Para terminar, sobre una mesa camina un lápiz atornillado a una polea. Es la máquina que firma. Para dejar constancia de que la muestra no es una locura, es verdad.

Kesmira Zarur Latorre

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