octubre 31, 2005

Martin Buber: yo y tu.


Su Vida:

Filósofo, religioso y escritor de origen judío, nació en Viena en 1878. Su abuelo fue un importante estudioso y líder del jasidismo, rama del judaísmo que enfatiza la valoración de las personas y un contacto con Dios basado en la vivencia personal más que en lo intelectual.

En 1898 adhiere al sionismo y comienza a divulgar conceptos éticos y culturales que sean un renacimiento espiritual del judaísmo. Antes de la Primera Guerra hace una exposición del misticismo judío, con lo que trata de unir a los judíos y buscar conexiones de valores y visiones comunes con otras religiones, como el cristianismo, el islamismo o el budismo. Intenta mostrar un lenguaje común a todos los hombres en su espiritualidad, que sobrepase las barreras religiosas y muestre lo universal del judaísmo. En sus obras logra integrar elementos filosóficos, poéticos y místicos. Viaja dando conferencias, dirige una revista, «El Judío», con la que difunde sus ideas y las del sionismo. En 1923 publica el libro «Yo y Tú», obra central de su pensamiento sobre la comunicación humana con el mundo y con Dios, como una experiencia íntima, única y trascendente. Su pensamiento se enmarca además con un tipo de existencialismo humanista que subraya el compromiso, la elección y la acción, viviéndolo más en la comunidad que en la soledad contemplativa. Un símil podrían ser Mahatma Gandhi y Albert Schweitzer, como hombres con un pensamiento religioso llevado a la acción en el inicio de este siglo.

En 1938 se ve obligado a dejar Alemania por el gobierno nazi. Vive en Jerusalén, donde continúa enseñando, siendo profesor de la Universidad de Jerusalén. Desde el inicio propone la convivencia comunitaria entre palestinos y judíos, los que, nacidos de un tronco común, tienen derecho a vivir juntos en la misma tierra en igualdad de condiciones. Un pensamiento muy adelantado para su época y que recién se comienza a intentar. Fallece en 1965.

Su Obra:

Sus libros más importantes publicados son: "Daniel", "Yo y Tú", "¿Qué es el Hombre?", "Cuentos Jasídicos", Eclipse de Dios".

Yo y Tú:

Publicado en 1923, es su obra más difundida y central para comprender su pensamiento. Es sorprendente la emoción que expresa este libro. Escrito desde lo más profundo de su persona, parece transmitir algo que le fue revelado, no sólo pensado en forma intelectual.

Buber plantea que los seres humanos logramos en la comunicación, en el Yo-Tú, una interacción de a dos, dialogante, tocándonos, interviniendo el uno en el otro. Somos la palabra fundamental Yo-Tú. El Tú es un sujeto como el Yo, no es una cosa ni un objeto. Otra relación fundamental es con el Ello, el Yo-Ello. Una parte de nuestro ser se comunica con el mundo como cosa, objeto, pero no penetra en ella, no se fusiona. Nuestra experiencia externa es esto y aquello, conocimiento parcial, información: el Ello nos aleja del Tú. Nuestra vida diaria y común la vivimos en el Ello, en bases a datos que nuestro hemisferio izquierdo clasifica, valora, cambia o reemplaza.

El Yo-Tú y el Yo-Ello son dos maneras de conocer, de vivir el mundo, es nuestra dualidad como seres humanos, nuestra polaridad primaria. El Yo-Ello se nos da en forma cotidiana, común; el Yo-Tú también se nos da: pero no lo podemos forzar, no lo podemos manejar o manipular, tenemos que prepararnos para que nos llegue. Es el mundo del amor, del encuentro, de la experiencia mística, de la inocencia, de la creación, más cercano al mundo del niño, o el ser como niños.

En el Yo-Ello estamos en la dualidad cartesiana del objeto y el sujeto, del espacio y el tiempo, del observado y el que observa. Se pierde la participación.

Cuando nos relacionamos con el Tú, no hay una cosa, un objeto, no hay tiempo, no hay espacio, estamos ahí, somos con el otro, estamos en el otro. Es una relación, una participación en interacción circular, sin un comienzo ni un fin aislables. Actuamos con todo nuestro ser, ella no puede ser parcial, es una experiencia del todo o nada.

a) La relación con el Tú se puede dar con la Naturaleza, sin un lenguaje racional, antes del lenguaje.

b) Se da con los hombres, donde participa el lenguaje, damos nuestro Yo y aceptamos el Tú.

c) Las formas inteligibles (¿ininteligibles?) sería el mundo de lo creativo y lo religioso. No tiene un lenguaje preciso, pero hay una voz. Integramos lo inefable a nuestra vivencia, es el Roce con lo Eterno.

Nuestra relación con Dios, con la creatividad y con el Tú, nos es dada. Lo «inteligible» con lo que conectamos pasa a tener forma, se fija en nuestro espacio del Ello, como un cuadro, un poema, un descubrimiento científico. Son momentos del Tú que se concretan en un Ello tangible, mostrable. En la creatividad hay un «sacrificio», una ruptura, una pérdida del mundo anterior para que pueda surgir lo creado, hay un riesgo de jugarnos por entero para lograr lo actual, y no siempre resulta. También el riesgo está en exponernos como seres en lo que hacemos. La experiencia del Tú no puede ser parcial. El Tú nos llega a través de la gracia, nos es dado, no podemos forzarlo, tiene una similitud con la idea del Espíritu Santo.

Si mi vida es verdadera y auténtica logro este encuentro, la relación con el Tú es directa, sin mediadores, sin filtros ni cálculos. No hay ideas, ni imágenes, no hay esquemas. La memoria se hace actual y emerge en esta realidad. Entre el Tú y el Yo no hay fines, ni placer, ni anticipación. Todo medio como condición es un obstáculo. Cuando todo medio es abolido se produce el encuentro.

Entre el Yo y el Tú se crea un «entre», un espacio que pertenece a los dos y sólo puede ser creado por ellos, en ese espacio está el amor y es el amor. El espíritu es este espacio, no es como la sangre que corre por nuestro cuerpo sino como el aire que respiramos, dice Buber. El amor es la única relación real, verdadera, de todo nuestro ser, una intuición única, exclusiva para ese momento. El odio es ciego, es una relación parcial, de sólo una parte del ser. El mundo del Ello nos muestra el mundo predecible, mensurable, seguro. El Tú nos ayuda a mirar la eternidad. El mundo del Tú es más dramático, lleno de sentido y fuerza, es lírico, seductor y extraño, desconocido y conocido, nos inquieta, nos hace perder nuestra estabilidad y seguridad. Para el Tú necesitamos valentía y entrega, necesitamos arriesgarnos.

No podemos vivir sin el Ello, pero si sólo vivimos así, no somos humanos. En la relación con el Tú se manifiesta el espíritu, tenemos que buscar el silencio para lograr la comunicación. Vivimos un mundo lleno de Ello, como una seducción permanente que nos llama, nos interrumpe, nos distrae, nos invade. En el Tú vivimos nuestra libertad de ser todo lo que somos más profundamente, de convertirlo en acto.

El Ello puede volver a ser Tú, cuando lo logramos «encontrar»; entonces puede volver a la comunicación más profunda, a toda su realidad. El mundo del Ello es el mundo de las ideas, de lo posible, de los «nudos mentales». Tenemos que llevarlo a la acción en la relación con el Tú. El Tú nos muestra nuestro destino, nuestro sentido, y lo junta con nuestra libertad. Nos da seguridad, claridad y certeza. La libertad es la posibilidad de salirnos del determinismo, de la causalidad del Ello.

En el contacto con el Tú conocemos nuestro ser, nuestra persona, en toda su magnitud positiva y negativa, pero nos causa temor este mundo pleno y también incierto, efímero y peligroso que es el mundo del contacto profundo y de la relación con el Tú, lo que nos hace refugiarnos permanentemente en el mundo del Ello, el tener cosas, el estar seguros y no arriesgarnos.

Con el Tú eterno es la comunicación última, la más trascendente y vasta que puede tener el hombre. El único Tú que nunca puede ser un Ello es el Tú eterno, aunque pueda ser estudiado como un Ello por la filosofía y a veces por la teología. Los hombres han hablado de Dios como de una palabra santa, pero después hablaron de Dios como un Ello. Invocamos a Dios en el Tú de nuestra vida, también en el miedo, la desesperanza y la ignorancia. Dios es el ser más cercano, más inmediato y más presente para nosotros. En la relación con el Tú y con Dios se superan los opuestos, se logran unir sin sentir las diferencias, termina la polaridad y la tensión interna, hay quietud, silencio, plenitud. Si nosotros necesitamos a Dios, El también nos necesita. Como parte del camino para contactarse con Dios están la plegaria y el sacrificio. En la plegaria hacemos manifiesta toda nuestra pequeñez y dependencia, reconocemos nuestra limitación. En el sacrificio damos algo nuestro, externo o interno, con gran humildad, para que Su voluntad sea hecha. Podemos vivir a Dios en una unificación de nuestro Yo, con todo lo instintivo, sensible, emocional, racional, sin barreras, como un ser real.

La soledad en el hombre es importante, pero si lo aparta de vivir la relación humana es negativa, no podrá encontrar el Tú. Toda vivencia de Dios es una revelación, un resplandor, un choque, un misterio que nos cambia, nos hace diferentes a lo que eramos antes de la vivencia. Nos da un sentido, nos asegura algo interno muy importante, nos hace ver que este sentido es de esta vida y no de otra. Muchas veces la claridad intelectual de este sentido nos costará mucho. alcanzarla. Este saber por revelación se transforma en una fuerza personal, en un deber interno.

Martin Buber siempre buscó un camino de acción, de estar presente en la comunidad y en las personas, en una poco común unión entre misticismo y acción.

Un Intento de Acercamiento al TU:

Vivimos en el Ello, es nuestra experiencia, el contacto con el Tú no es lo habitual en nuestra vida, pero todos lo tenemos como posibilidad personal. Debemos tratar de estar dispuestos a este encuentro, sentir su necesidad, valorar lo que significa cada encuentro con una persona, con la naturaleza o con Dios. Este intento debe ser activo, consciente, aceptando que no sabemos cuándo sucede, estar abiertos, «preparados».

El silencio interno parece muy necesario; silencio en el sentido de pocas cosas, cercano al vacío, pocos pensamientos, poco ruido de invasión de ideas y juicios. Esto es fácil de decir, pero no tan fácil de lograr. Sin embargo, es algo que podemos cultivar en nosotros. Estar dispuestos a ello en un intento activo, en una búsqueda.

Similitudes de la Experiencia Yo-Tú:

Este tipo de vivencia del Yo-Tú nos conecta con varias otras experiencias; la más llamativa es la experiencia mística con la naturaleza o con Dios. También ha sido llamada experiencia cósmica, de fusión, oceánica, participación mística, y muchos otros nombres en la tradición occidental. El encuentro con otro ser humano, la experiencia-cumbre descrita por A. Maslow como encuentro amoroso, creativo o religioso, también está en el ámbito de la relación del Yo-Tú. Los contactos importantes con la naturaleza, la alegría, la música, un encuentro amoroso, experiencias de pertenencia en grupos, son también encuentros con el Tú o formas de acercarnos a reconocerlo.

Estas experiencias de comunicación Yo-Tú son muy significativas para el que las vive; resultan difíciles de transmitir en palabras, sobre todo en su significado más profundo; marcan un sentido, una dirección en la vida, dan una claridad en el camino de cada uno y una vitalidad para seguirlo. Muchas veces causan temor, sensaciones de inseguridad y conflicto por su apariencia paradójica, las que necesitan de una postura activa para poder superadas.

¿Qué es el hombre?

Fue escrito en 1938 como una introducción a la Antropología Filosófica. Comienza replanteando las preguntas fundamentales de la filosofía, hechas por Kant en el siglo XVIII:

l.- ¿Qué puedo saber? - a lo que responde la Metafísica y la Teoría del Conocimiento.

2.- ¿Qué debo hacer? - que trata de responder la Etica,

3.- ¿Qué me cabe esperar? - como tema de la Religión.

4.- ¿Qué es el hombre? - a lo que responde la Antropología.

Todas estas disciplinas se juntan en la última pregunta y en la búsqueda de su respuesta. Estos interrogantes vienen desde los griegos, con diferentes y variadas respuestas. Buber muestra cómo las respuestas cambian en los diferentes pensadores de los últimos siglos.

Hegel insiste en un mundo ideal, teniendo como centro al hombre, su razón y su espiritualidad. Luego, Marx polariza al hombre hacia un materialismo social como su mayor destino, focalizado sólo en estos aspectos, lejos de lo personal, interior y espiritual. Nietzsche, en una gran búsqueda interna, muestra al hombre como un camino, un puente hacia el superhombre. Es guíado por el poder, por el levantarse sobre sí mismo, la «voluntad de poder.

En este libro se analiza en mayor extensión el pensamiento de Martin Heidegger, su visión del hombre, su filosofía dirigida a la pregunta sobre «el ser», el ser-en-el-mundo. Heidegger habla de las conexiones del ser «inauténtico», (el ser común) y el ser «auténtico», entero, que está ahí, con su Ser en contacto consigo mismo. El cuestionamiento de Buber a este pensamiento es que está centrado en el sí mismo, es monologante y no dialogante, no necesita del otro en su esencia, es un sistema cerrado. La relación con el otro es «de solicitud», pero no central, y la relación con Dios o «los dioses» no está desarrollada, sólo nombrada desde lejos.

Otro filósofo analizado por Buber es Kierkegaard, quien se relaciona con las cosas y las personas - quizás con dificultades- y más ampliamente consigo mismo, estando plenamente abierto, como una gran preocupación, a su contacto personal con Dios.

Max Scheler es otro de los filósofos que aparece comentado en este libro. El sostiene que el hombre, para llegar a ser un ser desarrollado, consta de dos atributos: el espíritu y el ímpetu. Comienza su crecimiento en estas fuerzas, orientado hacia lo divino, busca lograr una «divinización relativa» al ser un hombre.

El interés central de Martin Buber, en su crítica a las diferentes definiciones del hombre, está en su búsqueda del hombre como ser relacionado con el Tú, en el otro o en Dios. Este planteamiento no logra ser considerado por todos los filósofos. Buber nos dice: «el hecho fundamental de la existencia humana es el hombre con el hombre. Lo que singulariza al mundo humano es, por encima de todo, lo que ocurre entre un ser y otro ser. Esto no encuentra paralelo en ningún otro rincón de la naturaleza».

El Eclipse de Dios.

Este libro nace a raíz de una serie de conferencias dadas en EE.UU. en 1951. Son muchos los temas tratados, pero la idea central es buscar cómo las diferentes filosofías de los dos últimos siglos exploran la relación personal, como experiencia y no como idea, del contacto del hombre con Dios. Para Buber el contacto con Dios es un hecho vivo, recíproco, espontáneo, un Tú eterno que nos hace trascender. El título de «El Eclipse de Dios» hace resaltar la ceguera de las actuales generaciones y las diferentes maneras en las que se ha ocultado o eclipsado a Dios. El ejemplo más extremo de esta postura es Nietzsche, quien, con su voluntad de poder y su nihilismo extremo, asegura «la muerte de Dios», como una profecía de nuestro siglo, la que se ha cumplido realmente en los últimos años, en los que el hombre ignora a Dios, no se detiene a pensarlo, actúa como si no existiera.

Otro pensador, Hermann Cohen, sostiene que Dios es un ideal. Aquí la falta de contacto con Dios es más sutil, no es un ser con el cual el hombre pueda entrar en contacto en preguntas, en comunicación. Está, pero allá, en las ideas. Martin Heidegger, uno de los filósofos más importantes de nuestro tiempo, nos muestra a un hombre en contacto con la búsqueda de su Ser, conectado a sí mismo, ensimismado, con una relación no esencial con el otro. El no niega la. existencia de Dios, pero lo ve como algo lejano, posible a futuro: «llegarán los dioses» algún día. Sartre, desde el contexto del existencialismo, niega la existencia de Dios o de cualquier contacto entre El y el hombre.

Una crítica de Buber a C. G. Jung parece muy lúcida, él plantea que Jung sólo reconoce un Dios interno, psicológico, como parte del Sí Mismo. La conexión del hombre en su desarrollo sería con un Dios dentro de sí mismo, una experiencia psicológica, no un encuentro con un Dios trascendente, fuera de nosotros mismos.

Como podemos ver, este «Eclipse de Dios» sucede de las más variadas formas. La defensa de Buber es por un contacto vivencial, actual, en la vida común, con un Dios vivo y no con un Dios de ideas, intelectual o psicológico.

Cuentos Jasídicos.

El «jasidismo» se desarrolló en Europa Oriental en el siglo XVIII. Buber recoge una gran cantidad de historias sobre los maestros de este movimiento del judaísmo. Son relatos breves, llenos de conocimiento, con gran sentido del humor, que muestran la sabiduría y la presencia de Dios en lo cotidiano. Como ejemplo colocamos uno de ellos:

«Un maestro solía decir que durante el lapso que empleaba en recitar para sí las Dieciocho Bendiciones, todas las personas que alguna vez le habían pedido que intercediera por ellas ante Dios desfilaban por su pensamiento. Alguien le preguntó cómo era esto posible, ya que con seguridad no había tiempo suficiente. El maestro contestó: 'La necesidad de cada uno deja un rastro en mi corazón. En la hora de la plegaria abro mi corazón y digo: ¡ Señor del Mundo, lee lo que está escrito aquí!

Hernán Baeza

El autor agradece al Dr. Luis Weinstein por su cálido y generoso aporte para escribir este artículo.

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